La actividad física de baja a moderada puede ayudar a las personas con insuficiencia renal a
mejorar su calidad de vida
y a controlar la progresión de la misma significativamente. ¡Descúbrelo aquí!
Según la OMS, los estilos de vida sedentarios son una de las diez causas fundamentales de muerte
y discapacidad en el
mundo. El sedentarismo también puede ser tanto causa como consecuencia de que la enfermedad
renal progrese, ya que al
haber menor filtración glomerular en este tipo de pacientes (lo que a su vez genera fatiga y
debilidad), se empieza a
reducir también su actividad física.
Algunos estudios han determinado que una mejor condición física y la práctica de ejercicio de
bajo a moderado (aunado a
una buena adherencia al tratamiento prescrito) se correlacionan con un menor riesgo de
mortalidad en población con
enfermedad renal crónica, así como con un menor deterioro de la función renal, y una mayor
supervivencia del injerto en
los pacientes trasplantados.
Desmitificando el riesgo de la práctica de ejercicio en la enfermedad renal crónica
Desmitificando el riesgo de la práctica de ejercicio en la enfermedad renal crónica
Este mito surge ya que se sabe que la proteinuria (presencia de proteínas en la orina) es un
factor de riesgo
fundamental en la progresión de la enfermedad renal. Ciertas situaciones, como el ejercicio
intenso, pueden favorecer la
aparición o el incremento de la proteinuria.
Sin embargo, en una revisión realizada por el Servicio de Nefrología del Hospital Universitario
Puerta del Mar, Cádiz,
España, la práctica de ejercicio físico moderado no condujo a un mayor grado de proteinuria, ni
alteró el filtrado
glomerular, por lo que podría prescribirse de forma segura.
Contrario a lo que se piensa, realizar ejercicio mejora la capacidad funcional y aeróbica de
estos pacientes.
El ejercicio mejora la salud cardiovascular y contrarresta la progresión de la enfermedad renal.
Se sabe que la enfermedad renal crónica es un factor de riesgo importante de las enfermedades
cardiovasculares
(problemas del corazón y vasos sanguíneos); y estas últimas son las principales responsables de
la mortalidad en el
mundo.
El aumento de la enfermedad renal en las últimas décadas ha sido paralelo al aumento de la
obesidad, la diabetes, la
hipertensión y el síndrome metabólico (todos factores de riesgo de las enfermedades cardíacas).
El ejercicio podría
ayudar a combatir la enfermedad renal crónica.
Hacer ejercicio contribuye a reducir los riesgos de enfermedad cardiáca, daño renal o progresión de la enfermedad renal:
Otros beneficios de la práctica de ejercicio.
A medida que la enfermedad progresa, también se incrementan las complicaciones; la disfunción
musculoesquelética parece
ser uno de los principales factores que limitan la capacidad para realizar ejercicio y la
degradación muscular es uno de
los más fuertes pronosticadores de la mortalidad en este tipo de pacientes.
Factores como la edad del paciente, sus comorbilidades y un estilo de vida sedentario, también
influyen en la pérdida
del tejido muscular. Sin embargo, se puede contrarrestar a través de una adecuada nutrición y la
realización de
ejercicios de fuerza (para ello, se requiere agregar resistencias, como: pesas, bandas elásticas
o el propio peso
corporal); estos últimos también generan mayor resistencia, para la prevención de lesiones.
La práctica de actividad física, realizada de forma rutinaria y de intensidad baja a moderada, ofrece importantes beneficios en la enfermedad renal (además de que mejora la capacidad funcional y aeróbica) y también ayuda a disminuir la fatiga, la ansiedad y la depresión, mejorando el estado de ánimo.
Ejercicios recomendados para pacientes renales.
Como ya vimos, se puede recomendar la práctica de ejercicio físico con seguridad en pacientes
con enfermedad renal crónica que se encuentren estables, e incluirlo como un pilar fundamental
de su atención; cabe resaltar que es necesario explorar el tipo de ejercicios más adecuados
según cada paciente en específico, incluyéndolos desde etapas tempranas, para así mejorar su
condición física y retrasar la progresión de su enfermedad.
El esquema más empleado es el de 30 minutos al día, de 3 a 5 veces a la semana (no
consecutivos), debiendo adaptar la intensidad y la frecuencia a la tolerabilidad del paciente.
A continuación, te presentamos algunas sugerencias de ejercicios cardiovasculares (conocidos
también como ejercicios aeróbicos), los cuales ayudan a que el corazón, los pulmones y la
circulación sean más eficientes y disminuya la sensación de cansancio en los pacientes; estos
ejercicios requieren de movimientos sostenidos y rítmicos.
¡Conócelos! y no olvides consultar antes a tus especialistas de la salud (nefrólogo, psicólogo,
nutriólogo y especialista del deporte), quienes en función
de tus necesidades, capacidades, limitaciones o complicaciones funcionales, medicación y plan
general de tratamiento podrán brindarte recomendaciones más adecuadas y personalizadas.
¡Recuerda calentar al inicio de cada actividad y estirar al finalizar! Tómate tu tiempo y
empieza a tu propio ritmo, con previo acondicionamiento físico, para posteriormente poder ir
aumentando gradualmente la duración, frecuencia e intensidad de la actividad.
¡Trata de ser constante, disfrútalo y descansa lo suficiente, ya que solo así podrás sostenerlo
en el tiempo y convertirlo en una rutina de vida!
Por último, además de estar en constante comunicación con tus especialistas en ciencias médicas
y del deporte, no olvides acudir con un profesional de la nutrición, para que te ayude a diseñar
tu plan de alimentación, dependiendo de tus necesidades y tu condición, ya que se sabe que los
pacientes renales requieren mayor control de la cantidad de proteínas, sodio, potasio, fósforo y
calcio en su dieta, para evitar agravar el daño en sus riñones.
¡Anímate, un cambio de hábitos te ayudará a ganar salud y calidad de vida!